El día de la marmota

6 minutos de lectura

Desde la temporada 2007-08, en la que Alcobendas volvió a Preferente después de un par de años en Primera, hasta la temporada pasada (con un paréntesis en las 2009-2010 y 2010-2011, en las cuales de nuevo Alcobendas estuvo una categoría por debajo), se han dado cuatro enfrentamientos entre nuestro primer equipo y el de nuestro vecino y eterno rival, el San Sebastián de los Reyes V Centenario o, para los amigos, el Sanse.

el dia de la marmota

Uno de esos enfrentamientos (temporada 2011-12) se celebró en nuestro local y terminó con empate a 3. Los otros se jugaron en la caseta de la calle Baunatal, y todos ellos se decidieron a favor de los locales, con un tanteo global de 14-4, es decir, una media algo superior al contundente 4,5-1,5.

A esta infausta serie hay que añadir un episodio aún más sonrojante, el que se produjo, en el mismo lugar, en la última ronda de la temporada 2010-11. Estábamos en Primera y un empate nos bastaba para ascender en directo. Nuestro rival era el Sanse B, que luchaba por la permanencia. Pues bien, los del B nos metieron la misma “media inglesa” que el A, 4,5-1,5, y nos condenaron a jugar la promoción, que perdimos (a pesar de su hazaña, ellos no consiguieron evitar el descenso; y nosotros finalmente conseguimos subir por la retirada de un equipo de Preferente).

Todos estos episodios nos dejaron, además del amargo sabor de la derrota, la incómoda sensación de haber podido sacar más, a veces mucho más, de aquellos encuentros (curiosamente, el único día que tuvimos que reconocer que nos habían ganado bien, de principio a fin, fue contra el equipo B).

A medida que la serie negra va tomando forma, la primera reacción es luchar contra ella, conjurarse para ahuyentar la mala suerte y cambiar el destino. Se multiplican los golpes en el pecho, clamores de venganza y gritos de aliento del tipo “aquest any sí”, “podemos” y similares. Por ejemplo, estas frases de uno de nuestros jugadores, en correos de hace un año:

 “El próximo día nos espera un hito histórico: moler al Sanse en su casa. A por ellos!!!!”

“Tengo bastante claro que vamos a ganar”

Sin embargo, llega un momento en que el destino parece demasiado fuerte, y luchar contra él, como ya dejó claro Eurípides, solo sirve para estropear más las cosas. Eso fue, seguramente, lo que sucedió la temporada pasada, cuando, pese a perder dos partidas demasiado pronto, las cuatro que quedaban en juego invitaban al optimismo, pero los errores fueron torciendo las posiciones hasta dejar el marcador en un aplastante 5,5-0,5.

Este resultado fue, además, decisivo para la clasificación final, pues Sanse y Alcobendas acabaron empatados a puntos, salvándose los vecinos del descenso a costa nuestra.

Esto ya fue demasiado para nuestra moral, y cuando supimos que un año más nos tocaría jugar contra ellos (habíamos recuperado la categoría de nuevo en los despachos), contuvimos la respiración hasta ver si de nuevo el calendario nos hacía recorrer los mil y pico metros que separan nuestro local del suyo. Cuando vimos que así era, comprendimos que el susodicho destino había decidido cebarse con nosotros y no había más que plegarse. No más golpes en el pecho, nada de hablar de venganza, marcamos la fecha del 9 de febrero como “día para olvidar” antes de que llegara y nos preparamos para pasarla con la mayor dignidad posible.

Esto fue lo que escribí al respecto en la web de Madrid Mueve el pasado 20 de noviembre, con el sorteo recién salido del horno de Payaso Fofó:

 “Un año más los de Alcobendas tendremos que rendir visita a nuestros vecinos del Centenariazo. Será el 9 de febrero. Yo ese día tengo que sacar al perro, no puedo jugar. Recordatorio: comprar perro”

Y algunas frases anónimas recogidas en los días previos al fatídico evento, en correos intercambiados por nuestros jugadores:

 “Baunatal. La madre de todas las batallas”

“Dispuesto a revivir el día de la marmota”

“Yo puedo intentarlo, pero me da que es como visitar el Bernabéu” (escrito por un colchonero, tras el 3-0 del miércoles anterior)

local sanse

En fin, curiosamente al final nadie se escaqueó (seguramente porque cuando el destino te llama, no puedes hacerte el sordo) y hubo que descartar a tres afortunados que se quedaron en casa. Los demás nos presentamos en el matadero a la hora prevista, dispuestos al menos a vender cara la piel (pues Eurípides muestra también que la fatalidad no está reñida con la bravura).

El caso es que al principio (siempre al principio…) parecía (siempre parecía…) que “aquest any sí”, pues empezamos con una victoria en el tablero 2 y unas tablas en el 5. Y aunque el 6 tenía mal aspecto, en los tres tableros restantes parecía imposible hacer menos de 2 puntos, posiblemente 2,5.

Fue en ese momento cuando sucedió lo inevitable. Yo mismo abrí la traca en el tablero 4, dejándome un caballo limpito en posición ventajosa (ver partida). Tras la derrota, tuve que ausentarme unos minutos por un tema personal, pero volví pronto, convencido de que quedaba tela que cortar y de que mi boniatada podría como mucho costarnos la victoria, pero no el empate.

Pero cuando volví todo había terminado. En esos pocos minutos el tablero 3 se había dejado la dama y el 1 había combinado erróneamente, quedando con pieza de menos. Curiosamente, el tablero 6, que parecía el único condenado una hora antes, logró las tablas, dejando el marcador en un 4-2 que, vistos los precedentes, incluso parece un éxito.

En el lado bueno está que hemos mejorado (precisamente gracias a esas últimas tablas) la media de estos años (ahora es exactamente de 4,5-1,5) y que, ganando un par de encuentros más, posiblemente nos salvemos. Ellos también se salvarán, así que en noviembre volveremos a mirar de reojo el calendario para ver cuándo nos toca pagar tributo en Baunatal.

¿Quieres más contenidos?

Suscríbase a nuestra lista de correo y reciba actualizaciones impactantes en su e-mail.

Gracias por suscribirse.

Algo fue mal.